Autora de la ilustración: Laura Pacheco |
¿Hasta qué punto nuestras expresiones faciales se ven
reducidas frente a una pantalla?
Cuando hablamos virtualmente no es necesario gastar energía
contrayendo nuestros músculos faciales para demostrar una emoción, las palabras
bastan y los emoticonos reflejan lo que queremos transmitir al otro, aunque
nuestra expresión pueda ser nula.
Reflexionemos sobre esto con un hipotético ‘enfermero
virtual’, donde el paciente pueda hablar con el profesional a través de su
smartphone sin necesidad de moverse de casa. ¿Podrá llegar a sentirse mejor
anímicamente con una conversación en la que solo hay texto y caritas amarillas?
¿Podrían calmarlo tanto como el tono de una voz o una mano apoyada en su hombro?
¿Podría?
En esta era tecnológica donde el modo de concebir y llevar
las relaciones interpersonales ha cambiado radicalmente, no sería descabellado
encontrarse una situación así, sin embargo un trabajo enfermero en tales
condiciones nunca podría llegar a la efectividad de un trabajo presencial. La
esencia del cuidar se vería distorsionada entre frases online que pretenden dar
afecto, pero no lo dan porque son inaudibles, que pretenden calmar, pero no lo
hacen porque son intangibles, que pretenden cuidar, pero no pueden porque son
píxeles.
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